PARROQUIA PURUNUMA
Leyendas
La parroquia Purunuma es una fuente de riqueza cultural, que a propios y extraños cautiva con sus fascinantes historias de leyendas que se dice sucedieron en tiempos de antaño; las mismas que se han mantenido vivas a lo largo del tiempo, gracias a las narraciones orales que han pasado de generación en generación. Varias son las historias que se cuentan; sin embargo, las de mayor relevancia y trascendencia son las siguientes:

EL TESORO DEL COLAMBO
De generación en generación se ha contado la misma historia, que a más de uno despierta curiosidad y asombro. El majestuoso Colambo, fuente de misterio y encanto natural, es el protagonista de tan asombroso relato; que durante décadas ha conmovido a los habitantes del pueblo de Purunuma y a todo aventurero que se atreve a subir por sus faldas.
El tesoro, que guarda celosamente el cerro Colambo en su interior; según versiones de los primeros caciques que habitaron el sector, es de un valor incalculable. Se dice que su origen remonta a épocas de antaño, donde imperaban los reinos de pomposos reyes, que apoderados de la codicia decidieron hacer pactos con tenebrosas fuerzas malignas, a fin de obtener mayores riquezas y así poder asegurar una vida mundana llena de lujos y patrimonios.
El rey que hacia su alianza con los seres sobrenaturales, firmaba un pergamino con la sangre vertida del dedo medio de la mano derecha y recibía como parte del trato grandes fortunas; pero a su vez vendía su alma al diablo y estaba destinado a ser sepultado vivo en las cima del cerro más alto del reino.
La historia cuenta, que un rey que hizo tal pacto con el demonio, al final de sus días y debiendo pagar con su condena fue enterrado vivo con su palacio y toda su fortuna en el cerro Colambo, debiendo permanecer ahí por toda la eternidad.
De ahí que entre los primeros habitantes se comentaba que un gran tesoro yace en las profundidades del cerro; pero aún no había individuo alguno que lo haya visto y así pueda dar fe de la existencia del mismo. Pero, sería hasta que cuatro extranjeros aventureros que ascendían a la cima del Villonaco en busca de vestigios y tesoros, observaran en la cúspide del Colambo una luz brillante, que se imaginaron podía ser el reflejo de un diamante o de un entierro Inca que según la tradición en la Semana Santa afloran a la superficie emanando la mencionada luz.
Atraídos por la ambición de obtener riquezas y fama, inmediatamente se trasladaron a este sitio, pasando por una serie de peripecias hasta llegar al lugar del avistamiento. Una vez ya en el lugar se encontraron con una enorme grieta, en cuyo interior se podía observar una tenue luz, que cautivó la mirada de los exploradores. Motivados por lo que observaron, uno de los cuatro se introdujo en la abertura, haciéndose sujetar por sus compañeros con una cuerda.
Lo que observo en el interior de la grieta fue algo asombroso. Había un mar de plata que rodeaba a un enorme castillo que por el resplandor pudo deducir era de oro, en la entrada del castillo había un tigre gigantesco que hacía de guardián del mismo; con la sorpresa que todos los objetos y las cosas que estaban dentro de la edificación eran de oro: mesas, sillas, alfombras, copas, platos, cucharas, jarrones, entre otros. El expedicionario fascinado por lo que veía tomo un bastón de oro y emprendió el retorno a la superficie; pero tal fue la emoción y el impacto de lo que vio que al terminar de contar el relato a sus compañeros, perdió para siempre la memoria.
Al escuchar y ver lo sucedido los otros exploradores pensaron que el tesoro estaba ligado a una maldición, por lo que inmediatamente abandonaron el lugar y nunca jamás regresaron abrumados por el temor que lo peor les pueda suceder.

LA SANTÍSIMA VIRGEN DEL ROSARIO
La existencia de las primeros moradores que habitaron las estribaciones del Colambo se remontan a los años 1600, humildes indígenas que pastoreaban sus ovejas y ganados en las faldas del cerro. Creyentes de la religión católica, todos los días realizaban oraciones para demostrar su fe en Dios y en la Santísima Virgen a quien pedían amparo y protección.
Se cuenta que una familia de aquel entonces mandaba a su hija, una niña de aproximadamente diez años, a pastorear sus rebaños en los valles del Colambo, encomendándole que hilara lana durante el día mientras cuidaba las ovejas. Al llegar la tarde, por reiteradas ocasiones, la niña regresaba a su hogar con una cantidad muy significativa de lana hilada, lo cual, ante los ojos de sus padres no podía ser verdad por no tener la edad suficiente para tan laboriosa tarea.
La mama intrigada por lo que sucedía comento de aquello a sus vecinos, quienes al escuchar el relato quedaron asombrados y envueltos en la curiosidad de saber cómo la niña realizaba tan grande encargo. Para develar el misterio aconsejaron a la madre que vigile a la menor y así pueda saber quién era la persona que la ayudaba en sus tareas.
Al día siguiente, una vez que la niña partió con el rebano, la madre presurosa la seguía muy de cerca, sin que esta se diera cuenta de su presencia. Una vez en el lugar, la niña comenzó a recolectar flores con las cuales construía altares, adornados con rosarios, elaborados con las hebras de lana y frutos duros que recogía del campo. La madre quedó sorprendida al observar todo lo que hacía su hija y más aún cuando escucho unos cantos religiosos que envolvían a su hija que se encontraba de rodillas, extasiada y en oración al pie del altar.
La madre un tanto aturdida por lo sucedido, se acercó cuidadosamente y le pregunto él porque de su comportamiento, y la niña comenzó a relatar muy detalladamente todo lo que ella hacía durante el día. La pequeña dijo que en cierta ocasión, mientras cuidaba del rebaño, se le apareció una hermosa niña que la acompañaba y jugaba con ella.
El juego que esta especial amiguita ofrecía a la niña consistía en hacer altares, para luego engalanarlos con flores y rosarios que juntas confeccionaban; al mismo tiempo que se escuchaban cantos y rezos que al principio la niña campesina no entendía, pero que la llenaban de una santa alegría.
La madre comentó a sus vecinos lo acontecido y todos ellos comprendieron que la pequeña con quien jugaba su hija no era una niña terrenal si no la Santísima Virgen. Sin perder tiempo y como buenos creyentes los indígenas construyeron una capilla donde pusieron la imagen de la Santísima Virgen del Rosario, que pusieron del Colambo por lo anteriormente sucedido.
Posteriormente por los frecuentes movimientos sísmicos que sucedían en el pueblo de Colambo y por el temor de ser inundados por una laguna que se formaba alado del caserío, los moradores decidieron en el año 1750 partir unos a la paz, hoy cantón Quilanga, y otros a donde hoy es la parroquia eclesiástica San José de Purunuma.
Por la partida a distintos sitios, los moradores entraron en disputa por llevar la sagrada imagen a sus respectivos pueblos; finalmente la imagen fue llevada a la actual Quilanga por haber mayor número de habitantes en relación a Purunuma. Sin embargo con arreglos de paz y tratándose de la madre de Dios, decidieron que la sagrada imagen fuera llevada el 25 de septiembre de cada año en romería desde Yurarrumi hasta Purunuma para celebrar la fiesta en honor a Virgen Santísima el segundo domingo del mes de octubre.

EL PODER DE LA FE
En tiempos de antaño, cuando la parroquia Purunuma no contaba con el servicio de luz eléctrica, era muy común que las familias y amigos se reunieran por las noches, para a la luz de un mechero hablar de temas de interés para la comunidad. Pero no hacía falta quien comenzará a narrar leyendas de supersticiones, brujerías y otros relatos, que habían sucedido en el sector.
La devoción de la gente hacia la religión católica era muy marcada, y en todos los hogares no se podía pasar por alto el rezo del Santo Rosario, sin embargo, se comentaba que entre los más devotos existía alguna gente que además de su fe en Dios se refugiaba en la creencia del ocultismo y las fuerzas de lo sobrenatural.
Entres algunos habitantes se murmuraba de las diferentes formas de hacer uso del poder maligno para conseguir satisfacer algunas de sus necesidades. La historia cuenta que en el sector de Minas Plomo ubicado al noroeste de la parroquia, sucedió un hecho insólito que conmovió a sus habitantes.
Había un joven muy apuesto proveniente de una familia acomodada, que poseía grandes extensiones de tierra, al cual, muchas señoritas deslumbradas por todo aquello pretendían enamorarlo. Pero una de ellas en particular al enterarse que el apuesto galán se interesó más en una de sus amigas, se sintió menospreciada y decidió tomar venganza.
Al sentirse impotente acudió a la ayuda de un brujo que supuestamente vivía en un sector aledaño denominado Gula. El hechicero al escuchar la historia, realizó un ritual y preparo la sustancia que le ayudaría a cobrar venganza a la desdichada chica; replicando que debía colocar la sustancia en la comida, para lo cual debía invitarlo a un almuerzo y el efecto que le produciría al joven sería fatal.
Inmediatamente la chica abordo al joven y realizó la invitación, la cual fue aceptada. El padre del chico, desconfiado de aquella propuesta presintió que algo podía suceder; por ello, al despedirse y darle la bendición un sabio consejo le dio:
-¡Hijo, al momento de comer con la cuchara debes realizar la señal de la cruz sobre el plato de comida!
A lo que el joven replicó - ¡Padre mío como voy hacer la señal de cruz, que va a pensar, voy a quedar muy mal!
Entonces el padre asintió y le dijo - ¡tomas la cuchara y preguntas a la señorita! - ¿por dónde le gustaría que comience a comer; por el norte o por el sur, por el este o por el oeste? Y ya habrás hecho la señal de la cruz sin que ella se dé cuenta.
Una vez en casa de la señorita, sirvieron al apuesto joven un exquisito almuerzo y este recordó, el consejo de su padre; y preguntó:
-
¿Debo comenzar a comer, por el norte o por el sur, por el este o por el oeste?
Al terminar de hablar inmediatamente aparecieron gusanos en el plato de comida y el joven se dio cuenta de la trampa que le habían puesto; la señorita de la vergüenza se desmayó, y el joven aprendió algo muy valioso que le serviría por el resto de su vida.

EL MAL HECHIZO
Todo pueblo cimienta sus bases culturales en una mezcla de mitos, supersticiones, religiosidad, tradiciones y costumbres; tal es el caso del poblado de Purunuma que alberga los más interesantes relatos que despiertan la curiosidad y el asombro de quien tiene la oportunidad de escucharlos.
Desde la creación del ser humano se habla del bien y del mal, de la religiosidad y el ocultismo, y los habitantes de Purunuma, no son la excepción. En tiempos de antaño, se comenta, existían personas que eran víctimas de algún mal hechizo (brujería), lo cual les provocaba efectos dañinos en la vida y salud de quien lo padecía.
La persona afectada por el mal hechizo, para sanar sus dolencias, acudía donde el curandero, quien luego de hacer una serie de rituales determinaba la intensidad del padecimiento de la víctima. Posteriormente ascendían a la parte más alta del cerro Colambo, sitio en el cual existía una laguna donde el shaman realizaba los rituales correspondientes para obtener el alivio del individuo.
También se comenta que en aquel lugar existía una superficie de terreno similar al cráter de un volcán, que al momento que el curandero pronunciaba unas cuantas palabras y ofrecía como ofrenda un animal de color negro, aparecía un jardín con todo clase de flores y plantas medicinales que el shaman utilizaba para realizar limpias a la persona afectada. Además valiéndose de una vara de chonta y aprovechando las noches de luna llena, luego de pronunciar oraciones propias del mundo oscuro, realizaba la sanación de la persona que padecía el mal hechizo.