LEYENDA: El tesoro del Colambo
- Manuel Castillo
- 29 ene 2014
- 3 Min. de lectura
De generación en generación se ha contado la misma historia, que a más de uno despierta curiosidad y asombro. El majestuoso Colambo, fuente de misterio y encanto natural, es el protagonista de tan asombroso relato; que durante décadas ha conmovido a los habitantes del pueblo de Purunuma y a todo aventurero que se atreve a subir por sus faldas.
El tesoro, que guarda celosamente el cerro Colambo en su interior; según versiones de los primeros caciques que habitaron el sector, es de un valor incalculable. Se dice que su origen remonta a épocas de antaño, donde imperaban los reinos de pomposos reyes, que apoderados de la codicia decidieron hacer pactos con tenebrosas fuerzas malignas, a fin de obtener mayores riquezas y así poder asegurar una vida mundana llena de lujos y patrimonios.
El rey que hacia su alianza con los seres sobrenaturales, firmaba un pergamino con la sangre vertida del dedo medio de la mano derecha y recibía como parte del trato grandes fortunas; pero a su vez vendía su alma al diablo y estaba destinado a ser sepultado vivo en las cima del cerro más alto del reino.
La historia cuenta, que un rey que hizo tal pacto con el demonio, al final de sus días y debiendo pagar con su condena fue enterrado vivo con su palacio y toda su fortuna en el cerro Colambo, debiendo permanecer ahí por toda la eternidad.
De ahí que entre los primeros habitantes se comentaba que un gran tesoro yace en las profundidades del cerro; pero aún no había individuo alguno que lo haya visto y así pueda dar fe de la existencia del mismo. Pero, sería hasta que cuatro extranjeros aventureros que ascendían a la cima del Villonaco en busca de vestigios y tesoros, observaran en la cúspide del Colambo una luz brillante, que se imaginaron podía ser el reflejo de un diamante o de un entierro Inca que según la tradición en la Semana Santa afloran a la superficie emanando la mencionada luz.
Atraídos por la ambición de obtener riquezas y fama, inmediatamente se trasladaron a este sitio, pasando por una serie de peripecias hasta llegar al lugar del avistamiento. Una vez ya en el lugar se encontraron con una enorme grieta, en cuyo interior se podía observar una tenue luz, que cautivó la mirada de los exploradores. Motivados por lo que observaron, uno de los cuatro se introdujo en la abertura, haciéndose sujetar por sus compañeros con una cuerda.
Lo que observo en el interior de la grieta fue algo asombroso. Había un mar de plata que rodeaba a un enorme castillo que por el resplandor pudo deducir era de oro, en la entrada del castillo había un tigre gigantesco que hacía de guardián del mismo; con la sorpresa que todos los objetos y las cosas que estaban dentro de la edificación eran de oro: mesas, sillas, alfombras, copas, platos, cucharas, jarrones, entre otros. El expedicionario fascinado por lo que veía tomo un bastón de oro y emprendió el retorno a la superficie; pero tal fue la emoción y el impacto de lo que vio que al terminar de contar el relato a sus compañeros, perdió para siempre la memoria.
Al escuchar y ver lo sucedido los otros exploradores pensaron que el tesoro estaba ligado a una maldición, por lo que inmediatamente abandonaron el lugar y nunca jamás regresaron abrumados por el temor que lo peor les pueda suceder.

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