SUPERSTICIÓN: La Santísima Virgen del Rosario.
- Manuel Castillo
- 28 ene 2015
- 3 Min. de lectura
La existencia de las primeros moradores que habitaron las estribaciones del Colambo se remontan a los años 1600, humildes indígenas que pastoreaban sus ovejas y ganados en las faldas del cerro. Creyentes de la religión católica, todos los días realizaban oraciones para demostrar su fe en Dios y en la Santísima Virgen a quien pedían amparo y protección.
Se cuenta que una familia de aquel entonces mandaba a su hija, una niña de aproximadamente diez años, a pastorear sus rebaños en los valles del Colambo, encomendándole que hilara lana durante el día mientras cuidaba las ovejas. Al llegar la tarde, por reiteradas ocasiones, la niña regresaba a su hogar con una cantidad muy significativa de lana hilada, lo cual, ante los ojos de sus padres no podía ser verdad por no tener la edad suficiente para tan laboriosa tarea.
La mama intrigada por lo que sucedía comento de aquello a sus vecinos, quienes al escuchar el relato quedaron asombrados y envueltos en la curiosidad de saber cómo la niña realizaba tan grande encargo. Para develar el misterio aconsejaron a la madre que vigile a la menor y así pueda saber quién era la persona que la ayudaba en sus tareas.
Al día siguiente, una vez que la niña partió con el rebano, la madre presurosa la seguía muy de cerca, sin que esta se diera cuenta de su presencia. Una vez en el lugar, la niña comenzó a recolectar flores con las cuales construía altares, adornados con rosarios, elaborados con las hebras de lana y frutos duros que recogía del campo. La madre quedó sorprendida al observar todo lo que hacía su hija y más aún cuando escucho unos cantos religiosos que envolvían a su hija que se encontraba de rodillas, extasiada y en oración al pie del altar.
La madre un tanto aturdida por lo sucedido, se acercó cuidadosamente y le pregunto él porque de su comportamiento, y la niña comenzó a relatar muy detalladamente todo lo que ella hacía durante el día. La pequeña dijo que en cierta ocasión, mientras cuidaba del rebaño, se le apareció una hermosa niña que la acompañaba y jugaba con ella.
El juego que esta especial amiguita ofrecía a la niña consistía en hacer altares, para luego engalanarlos con flores y rosarios que juntas confeccionaban; al mismo tiempo que se escuchaban cantos y rezos que al principio la niña campesina no entendía, pero que la llenaban de una santa alegría.
La madre comentó a sus vecinos lo acontecido y todos ellos comprendieron que la pequeña con quien jugaba su hija no era una niña terrenal si no la Santísima Virgen. Sin perder tiempo y como buenos creyentes los indígenas construyeron una capilla donde pusieron la imagen de la Santísima Virgen del Rosario, que pusieron del Colambo por lo anteriormente sucedido.
Posteriormente por los frecuentes movimientos sísmicos que sucedían en el pueblo de Colambo y por el temor de ser inundados por una laguna que se formaba alado del caserío, los moradores decidieron en el año 1750 partir unos a la paz, hoy cantón Quilanga, y otros a donde hoy es la parroquia eclesiástica San José de Purunuma.
Por la partida a distintos sitios, los moradores entraron en disputa por llevar la sagrada imagen a sus respectivos pueblos; finalmente la imagen fue llevada a la actual Quilanga por haber mayor número de habitantes en relación a Purunuma. Sin embargo con arreglos de paz y tratándose de la madre de Dios, decidieron que la sagrada imagen fuera llevada el 25 de septiembre de cada año en romería desde Yurarrumi hasta Purunuma para celebrar la fiesta en honor a Virgen Santísima el segundo domingo del mes de octubre.

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