LEYENDA: El poder de la fe
- Manuel Castillo
- 28 ene 2015
- 2 Min. de lectura
En tiempos de antaño, cuando la parroquia Purunuma no contaba con el servicio de luz eléctrica, era muy común que las familias y amigos se reunieran por las noches, para a la luz de un mechero hablar de temas de interés para la comunidad. Pero no hacía falta quien comenzará a narrar leyendas de supersticiones, brujerías y otros relatos, que habían sucedido en el sector.
La devoción de la gente hacia la religión católica era muy marcada, y en todos los hogares no se podía pasar por alto el rezo del Santo Rosario, sin embargo, se comentaba que entre los más devotos existía alguna gente que además de su fe en Dios se refugiaba en la creencia del ocultismo y las fuerzas de lo sobrenatural.
Entres algunos habitantes se murmuraba de las diferentes formas de hacer uso del poder maligno para conseguir satisfacer algunas de sus necesidades. La historia cuenta que en el sector de Minas Plomo ubicado al noroeste de la parroquia, sucedió un hecho insólito que conmovió a sus habitantes.
Había un joven muy apuesto proveniente de una familia acomodada, que poseía grandes extensiones de tierra, al cual, muchas señoritas deslumbradas por todo aquello pretendían enamorarlo. Pero una de ellas en particular al enterarse que el apuesto galán se interesó más en una de sus amigas, se sintió menospreciada y decidió tomar venganza.
Al sentirse impotente acudió a la ayuda de un brujo que supuestamente vivía en un sector aledaño denominado Gula. El hechicero al escuchar la historia, realizó un ritual y preparo la sustancia que le ayudaría a cobrar venganza a la desdichada chica; replicando que debía colocar la sustancia en la comida, para lo cual debía invitarlo a un almuerzo y el efecto que le produciría al joven sería fatal.
Inmediatamente la chica abordo al joven y realizó la invitación, la cual fue aceptada. El padre del chico, desconfiado de aquella propuesta presintió que algo podía suceder; por ello, al despedirse y darle la bendición un sabio consejo le dio:
-¡Hijo, al momento de comer con la cuchara debes realizar la señal de la cruz sobre el plato de comida!
A lo que el joven replicó - ¡Padre mío como voy hacer la señal de cruz, que va a pensar, voy a quedar muy mal!
Entonces el padre asintió y le dijo - ¡tomas la cuchara y preguntas a la señorita! - ¿por dónde le gustaría que comience a comer; por el norte o por el sur, por el este o por el oeste? Y ya habrás hecho la señal de la cruz sin que ella se dé cuenta.
Una vez en casa de la señorita, sirvieron al apuesto joven un exquisito almuerzo y este recordó, el consejo de su padre; y preguntó:
¿Debo comenzar a comer, por el norte o por el sur, por el este o por el oeste?
Al terminar de hablar inmediatamente aparecieron gusanos en el plato de comida y el joven se dio cuenta de la trampa que le habían puesto; la señorita de la vergüenza se desmayó, y el joven aprendió algo muy valioso que le serviría por el resto de su vida.

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